Agradecemos a la Srta. Magaly Castro Suarez por esta fotografía de San Felipe Santiago, Patrón del distrito de Chipao.
14/10/06
CRÓNICAS AYACUCHANAS
Educando en Valores
LORO MAMAY
Cuento del distrito de Chipao, provincia de Lucanas. Época Republicana. Contado por don Rafael Aguilar. Valencia. Versión libre de Guillermo Huyhua y Rosa Arroyo.
Los loros son animales muy curiosos y viven en todo el Perú, especialmente en la selva y en las zonas calientes de la sierra. Tienen una capacidad increíble para imitar la voz del hombre y pronunciar frases enteras para el asombro de las personas que los escuchan, cualquiera que sea el idioma.
En la selva peruana los nativos quieren bien a los loros, sirven de adorno en sus casas y como compañía en caso de soledad. Los niños los adoran porque aparte de ser una compañía perfecta, les enseñan frases graciosas para asegurarse jornadas enteras de risotadas con su familia o con sus amigos.
En la sierra, los niños también los quieren mucho. Los llaman: Lorito, lorito bonito, loro, lorocha… sumaq lorocha.., dicen mil piropos para atraer la atención de los loros. Pero, generalmente, éstos viven sueltos, vuelan con entera libertad y no están al alcance de los niños, dejando a estos con los crespos hechos y con las ansias de acariciar el verde plumaje del animalito o provocar un mordisco de su pico…
Pero para los adultos, los loros son una plaga….
Don Rafaeelll, don Rafaelll,.. ha llegado la plaga están comiendo tu maíz…. Don Rafael, comunero del distrito de Chipao, en Lucanas, al igual que otros tenía chacras con plantaciones de maíz fuera del pueblo. Como todo agricultor, el producto de su chacra era vital para su familia, la pérdida de su cosecha significaba que iba ser un año muy malo, muy difícil para su familia. Por eso, tenía que cuidar con mucho cuidado esos hermosos maizales que daban unas mazorcas grandes y jugosas.
¡Caramba!, esos condenados van a malograr mi cosecha…. Dijo don Rafael, preocupado por sus chacras.
Una mancha verde surcaba los aires de Chipao, grande, como nunca se había visto en el valle del Sondondo. Los chillidos de los cientos de loros que provenían del cielo hizo salir a los chipainos de sus casas, entonces, les asaltó el temor que estos animalitos en unos cuantos días desaparecerían todos los maizales del valle. En cambio, los niños emocionados salían de sus casas y corrían por las calles mirando al cielo y seguían con sus miradas el vuelo de los loros.
Lorito, lorito, sumaq lorocha… se escuchaba decir a los niños que anhelaban tener en sus manos a este animalito, acariciarlo y jugar con él. Porque el loro, para los niños es una risa y para los adultos, una desgracia.
Rafaelito se llamaba como su padre, contaba entonces con 10 años de edad, era un niño que deseaba tener un loro en sus manos, que desde que los vio volando empezó a soñar con tener uno en manos. En su conversación, en sus sueños, en sus dibujos siempre se encontraban los loros.
Papá, papá.. quiero tener un lorito. Es muy bonito y sabe hablar, tengo un amiguito que tiene uno es gracioso y bonito… Papá cómprame un loro, por favor papá.,.. Siempre le pedía a su papá que le traiga un loro. Don Rafael que amaba mucho a su hijo, al escuchar las súplicas, se prometió a si mismo traerle un lorito.
La Comunidad había convocado a una Asamblea de emergencia por que los loros estaban destruyendo los maizales, un comunero interviene y propone: Hermanos comuneros, hay necesidad de combatir esta plaga, no sirven los espantapájaros, no hacen caso para nada, hacemos bulla y nada… son muchos, antes no era así. Por eso propongo que vayamos a sus nidos, los volteemos y rompamos sus huevos. Así se irán de aquí.
La propuesta del comunero era correcta y la más atinada. La asamblea aprobó esta idea y se organizaron en grupos para dirigirse a los nidos que se encontraban en lugares difíciles a lo largo del trayecto del río Sondondo.
Taita, taitita, mayta rinqui, a dónde vas… preguntó Rafaelito a su padre. Te voy a traer un lorito…le respondió don Rafael, que pensaba traerle un pichón de loro para su engreído, después de hacer lo que acordó la Comunidad. Así, se dirigió a los barrancos con el cuidado de Dios y empezó su labor de exterminación de la plaga verde.
Ese día estuvo contentísimo Rafaelito: Mamáy, mamáy… mi papá me va a traer un lorito, un lorito bonito.. le voy a enseñar muchas cosas… me voy a reir con él. No paraba de soñar con el momento de tenerlo entre sus manos…
Don Rafael cumplió con lo prometido y le entregó un pichoncito de loro a su hijito. Qué lindo espectáculo ver al niño más alegre de Chipao, correteaba por el patio con el lorito en sus manos, acariciaba sus tiernas plumitas verdes, su piquito chiquito… acercaba su naricita al piquito del animalito y éste reaccionaba haciendo un ademán para morderlo. Era una delicia el espectáculo de Rafaelito y el lorito.
Lorito, lorito, mamay ni … ya pe.. mamay, mamay, ni ya. Ya pues lorito, di mamá, di mamá… decía Rafaelito, tratando de enseñar decir la palabra mamá, porque su mamá era la prenda más querida de su existencia. A su mamá tenía que pedirle la comida, a ella tenía que pedirle permiso para todo lo que había en la casa. Ella le daba golosinas. Entonces, el lorito también tenía que pedirle cosas a la mamá.
Poco a poco, el lorito aprendió a decir frases donde estaba involucrado la palabra mamá: Mamay, mamay, chay allqochata….. mamay, mamay… jamuchkan runa….. mamay, mamay, misqui sarata munani… Los sacrificios de Rafaelito habían rendido frutos, el lorito sabía decir muchas frases.
Un día, Rafaelito jugaba con un amiguito y su hermanito menor en el patio de su casa y decidió sacarlo de la jaula en que se encontraba el lorito. Lo libera y lo coloca en su hombro derecho, le hace comer un jugoso choclo mientras él comía choclo con queso. El loro comía y comía. El niño jugaba sabiendo que el loro no sabía volar. Seguramente se habría cansado cuando colocó al lorito en las ramas de un arbolito que tenía en el patio. El lorito, libre, sin saber volar, empieza a subir de rama en rama al árbol de dos metros de altura. Llegó hasta la rama más alta, desde allí se tenía una impresionante vista del Valle del Sondondo, con su vigoroso y serpenteante río.
En medio de su alegría, Rafaelito se asusta al ver a su loro tan alto, lo llama diciendo: Lorito baja, baja lorocha… no te subas tan alto, trata de hacerlo bajar con un palo. De repente, desde el cielo aparece como una flecha veloz un águila, que al ver al lorito, verde, bullanguero e indefenso, se dirige sorpresivamente sobre ese tierno majar verde que se le ofrecía en la cima del arbolito. Veloz lo coge con sus afiladas garras y emprende vuelo hacia el infinito azul.
El lorito no se había dado cuenta, tampoco Rafaelito, de pronto el lorito se sintió apretujado en las garras de acero del águila, era llevado a la eternidad, no sin antes pasar por el estómago del ave rapaz. El lorito desesperado lo único que pudo decir es… mamayyyyyyy, mamayyyyyyy,.. Rafaelito se quedó mudo, mirando al cielo seguía con la vista el vuelo del águila que se había llevado su regalo más querido, su compañero de juegos y con las lágrimas que caían por sus mejillas escuchaba la voz de su lorito, cada vez más lejano que pedía auxilio, repitiendo: mamayyy, mamayyyyy.
¿Qué lecciones sacamos de este cuento?
Primero
Lo más valioso que tengas, tienes que cuidarlo mucho. No vaya ser que sorpresivamente lo pierdas.
No vaya a sucederte como a Rafaelito, que descuidó a su lorito y se lo llevó el águila.
Segundo
Disfruta hoy los mejores momentos, no se sabe si éstos buenos momentos se repetirán en el futuro.
Tal como le sucedió a Rafaelito cuando nunca se imaginó que el lorito se perdería tan pronto.
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El próximo sábado estaremos tratando sobre: Llaqta Maqta, del distrito de Chungui, provincia de La Mar. Gracias. Hasta la próxima semana.
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